Narrativa salvaje - Relato - Poesía en verso y puro teatro.

H /\ !!! - probablemente sea un escritor mediocre, un libertino actor teatral sin recursos, un ser humano despistado, un amante amado, un cantante de voz silenciosa. ¡Pero! si sé que soy libre y es lo único que tengo.

Quizás amante, o quizás nada...

Desde tiempo a, me siento en cuerpo y alma identificado con la cultura nómada lakota sioux, su luna y en todo lo que concierne a la madre naturaleza y su sabia actitud.

Muchas gracias por visitar cuan leer a los sentimientos, sueños e ilusiones que aquí comparto.

Ser libres y cabalgar /\ !!!

lunes, 20 de abril de 2009

El árbol de los cuentos /\ !!!



…erase una vez, un apuesto cuan colosal árbol que vivió al amparo de las colinas de Santee River.
Las ramas del ingente árbol tocaban la tierra cada vez que salía el sol, ondeaban cada vez que hacía viento, brillaban cuando llovía y se erguían tras la salida de la luna.
Era un árbol vivaz, ya que se trataba del árbol de los cuentos del piel roja.
Los Lakota nunca supieron identificar a qué tipo de especie perteneció, pero sí sabían que era único, especial y mágico, puesto que les proporcionaba cálidas noches de verano, tormentosas tardes de otoño y frías mañanas de invierno. Pero lo más importante es que les contaba cuentos al amparo del río, la montaña y el fuego.
Solo la Dama blanca y el Bisonte Blanco supieron de su procedencia.
Gracias a ese árbol, se despertó en la gran nación sioux, el apego y pasión por las historias.
Aquel árbol, siempre contaba buenas fábulas, fábulas que nadie podía ver, pero si oler.

Fábulas como:
El caballo blanco enamorado de la luna.
La canoa.
El sueño sioux.
La libertad de montar una tipi en pleno corazón de la madre naturaleza.
El sendero de nuestras costumbres.
Etc.

¡Ahora!, aquel árbol ya no vive…lo talaron.

Lo talaron no hace muchos inviernos, mientras mi pueblo visitaba a otras tribus nómadas amigas, por todo lo largo y ancho del valle.
A nuestro regreso, en vez de al árbol de los cuentos, hallamos en su lugar, una tienda de suvenires. Quienes llevaban la tienda no eran de los nuestros, pero se hacían pasar por nosotros. Llevaban sombreros anchos, tequila en la mano, ropas andrajosas y cantaban borrachos en un idioma raro.

Mi pueblo los llamó “Violadores de verso”.

No hay comentarios: