El dichoso galán enamorado, nunca se ha tomado la casta libertad de hablarle en silencio a los latidos del corazón. La sola idea de hacerlo, le supone al pícaro libertino y tenorio seductor desvergonzado, una estupidez ante la posibilidad de explorar el lujo de tan preciados sentimientos.
Es un ebrio Don Juan rodeado de virtudes y dulces impulsos, de rostro casto, mirada seductora y alma huidiza.
Se basta con satisfacer diariamente a sus sentidos, intuición y fantasía. Sin necesidad de abrir la ventana donde asoma el peso de la madre tierra.
Solo los poetas bohemios, juglares y dramaturgos de hidalgo señorío que cautivan a las más célebres y hermosas cortesanas, son capaces de entretenerle con el cándido juego de la aparente bondad que vienen a bien perderla.
Y permitidme que os sea sincero y claro. El altanero galán enamorado, bien pudiera ser que sea posible que no sea del agrado de las damas y mucho menos de los caballeros. Advertidos/as quedéis, puesto que os aviso en relatar toda la obra al completo sobre este conquistador sin escrúpulos que en todo momento la mete sin alarde, ofensa u opinión. Sino simple y llanamente por que suspiran por ella.
¡Si, si!, ¡sabedlo ya! Que la verdadera razón de esta historia es el morbo de las conclusiones a distancia y de que estéis a salvo de las observaciones de vuestros maridos, para que podáis leerla sin problemas e imaginándoos al pícaro libertino penetrando sin consuelo a vuestra prenda interior más íntima.
Sentid y gozad al igual que lo hacía el, y preguntaros si a sido la misma excitación que sentía el.
Sin que reparéis en si tenía un conocimiento más profundo de la libertad sexual o no. Solo os deseo que folléis con su imagen durante un intenso y formidable viaje a lo más prohibido de la creación.
Esto no es ni un prólogo, ni una declaración de vanidad y ni un deseo de agradaros.
Espero que contaríais con eso.
Y es que nuestro querido Don Juan, que poco tiene que ver con el tenorio. Ve pasar los días entre mujer y mujer, ron de bodega marchita, pintores, escritores, cantautores y demás cuenta cuentos de la nocturnidad. Sin permitirse la más mínima decencia de mancharse su urbano y blanco traje, o a coger de la mano a una apurada doncella. Pues solo confía y asegura que en el mismo mimo de las cosas, vive en el la perdición de su inocencia. Cree que cuando se presentan ante su puerta; la frescura de la sangre femenina, una obra de teatro y una botella de ron. Sus sentidos resbalan hacia la abrasadora y húmeda pasión del sexo más salvaje.
Es sabido y contado, que una llana y elegante damisela de respiración y corte honesto. Ensayaba con entereza y decoro, la manera más loable de cautivar en seducidos pasos a nuestro fausto tenorio de apuesta sonrisa y sutiles ojos. Danzándose entre bailes al encuentro del bien hallado y distinguido Don Juan.
La damisela de porte ardiente, se descubre presta a comprobar si dicho altivo galán se la metería por doquier como bien la habían susurrado. Suspira de júbilo al imaginarse poseedora de su miembro viril alojado entre sus muslos, anhelando ansiosa ser eyaculada por todo su cuerpo y rostro tras el envite final. Sirviéndose cuan enamorados amantes una copa de vino, mientras se ríen juntos de la imagen de dios.
Esta damisela angelical no desestima en reparos ni cualidades del alma, por sentirse retozar libremente con el osado Don Juan, esperando de él que llegue a atreverse a cargar con el peso de todo su desnudo cuerpo. Regalándole sus senos, flor y nalgas, mientras cree que escuchará las melodías más hermosas del goce supremo de dos cuerpos unidos mientras hacen el amor. Quiere que sus pechos sean el refugio dónde se pose su pene.
Tampoco repara en remilgos pensando en las travesuras que acometerá si consigue cautivar a nuestro osado libertino y tenga sus labios entre su entrepierna, su miembro dentro de su hermoso trasero y en un alarde final de gritos de buen gusto y placer, ser penetrada mientras se miran a los ojos, sintiendo el roce de su pene en sus mismísimos intestinos, marcándola para siempre.
Cree sentir en sus noches de solitaria compañía, que el tiempo se les detendrá, siendo su dulcineo adorado a quién desearía abrazar cuanto mas besar toda la noche o mejor dicho todas las noches restantes. Y que sea él, el único que se atreva a impedir su locura de contraer matrimonio con otro hombre.
Su locura y necesidad necesitan de atención constante, que solo se siente cuando se ama al volver de los fríos inviernos y calurosos veranos solitarios.
Parecíase confortada por tales pensamientos de bárbara cenicienta, mientras sus caderas rebosan de una felicidad absoluta, atendiendo a vestirse con mimosos cuidados de marcada figura femenina. Siempre acompañada de buen humor vagabundo, se impulsa a darse una vuelta por las frías avenidas de la ciudad. Rodeada de paisajes bien avenidos junto al obsequio de un té en familia.
Es sabido y contado, que una llana y elegante damisela de respiración y corte honesto. Ensayaba con entereza y decoro, la manera más loable de cautivar en seducidos pasos a nuestro fausto tenorio de apuesta sonrisa y sutiles ojos. Danzándose entre bailes al encuentro del bien hallado y distinguido Don Juan.
La damisela de porte ardiente, se descubre presta a comprobar si dicho altivo galán se la metería por doquier como bien la habían susurrado. Suspira de júbilo al imaginarse poseedora de su miembro viril alojado entre sus muslos, anhelando ansiosa ser eyaculada por todo su cuerpo y rostro tras el envite final. Sirviéndose cuan enamorados amantes una copa de vino, mientras se ríen juntos de la imagen de dios.
Esta damisela angelical no desestima en reparos ni cualidades del alma, por sentirse retozar libremente con el osado Don Juan, esperando de él que llegue a atreverse a cargar con el peso de todo su desnudo cuerpo. Regalándole sus senos, flor y nalgas, mientras cree que escuchará las melodías más hermosas del goce supremo de dos cuerpos unidos mientras hacen el amor. Quiere que sus pechos sean el refugio dónde se pose su pene.
Tampoco repara en remilgos pensando en las travesuras que acometerá si consigue cautivar a nuestro osado libertino y tenga sus labios entre su entrepierna, su miembro dentro de su hermoso trasero y en un alarde final de gritos de buen gusto y placer, ser penetrada mientras se miran a los ojos, sintiendo el roce de su pene en sus mismísimos intestinos, marcándola para siempre.
Cree sentir en sus noches de solitaria compañía, que el tiempo se les detendrá, siendo su dulcineo adorado a quién desearía abrazar cuanto mas besar toda la noche o mejor dicho todas las noches restantes. Y que sea él, el único que se atreva a impedir su locura de contraer matrimonio con otro hombre.
Su locura y necesidad necesitan de atención constante, que solo se siente cuando se ama al volver de los fríos inviernos y calurosos veranos solitarios.
Parecíase confortada por tales pensamientos de bárbara cenicienta, mientras sus caderas rebosan de una felicidad absoluta, atendiendo a vestirse con mimosos cuidados de marcada figura femenina. Siempre acompañada de buen humor vagabundo, se impulsa a darse una vuelta por las frías avenidas de la ciudad. Rodeada de paisajes bien avenidos junto al obsequio de un té en familia.
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