Para Kiowa, joven guerrero de la tribu india sioux, de quizás veintidós años de edad, la belleza de la luna le era algo tremendamente hermoso a sus ojos, su cuerpo y todo su ser.
No había lugar en su corazón para otro amor ni tan siquiera terrenal mas importante, que el que mantenía en secreto y en silencio con su luna.
La belleza de la luna le era algo sin igual para Kiowa.
Tal era su admiración y pasión por la hermosa luna, que muchas noches las pasaba fuera de su reserva al resguardo de los suyos, para encaramarse al pico de la montaña más alta, que el joven Kiowa conocía a través de sus curtidas andanzas y correrías con su valiente amigo Caballo Blanco. Socios inseparables en curtidas batallas e innumerables paseos a través de las montañas, largas praderas, llanuras, y sus inmensos y cálidos ríos que bordeaban la aldea de la nación Lakota.
No menos que a unas ocho millas mas allá de la reserva, se hallaba su montaña preferida (Walapai), que tanto Kiowa como Caballo Blanco, encaramados en el pico mas alto, observaban con gran admiración, el esplendor y belleza que emanaba de su luna.
La luna que Kiowa tenía tan fiel enamorado y perplejo.
/ Qué hermosa es verdad Blanco, ella es hermosa, tan hermosa que no siento ni el más mínimo vértigo al mirarla tanto tiempo \.
...Ni a pensar lo lejos que está de mí, ¡la siento tan cerca!
Cuando estoy soñando ni siquiera puedo imaginarla tal y como es, debo de verla siempre para entender lo difícil que es de imaginar para soñar. Tan solo viéndola cada noche me doy cuenta de ello.
El la amaba, la amaba y admiraba tanto, como a ese amor que ni tan siquiera conoce límites o goce alguno.
El amor que Kiowa le procesaba a la luna, era bien sabido por Blanco. Que a pesar de ser un caballo rebelde e intranquilo. Gozaba de júbilo, satisfacción y alegría cuando veía a su querido amigo encapricharse por aquella extravagante cosa. - Como si de una mujer se tratase.
Tal vez si Blanco hubiera tenido el don tan tremendo del habla, habría satisfecho con sensaciones y respuestas a las preguntas que los padres de Kiowa se hacían en silencio, intentando hacerles comprender y entender los deseos de amar de su hijo. Como también a los demás guerreros, mujeres y habitantes de la gran tribu de la nación sioux o de otras tantas gentes de diferentes naciones de los pieles rojas, que ya se habían hecho eco del entusiasmo que embriagaba al joven guerrero sioux Kiowa, por la belleza y admiración que sentía hacia la luna.
- ¡¡¡Luna!!! –, que a Kiowa le tenía tan consumido y perplejo. Que ante los ojos de su tribu era relacionado con síntomas de brujería sobrenatural, o con la búsqueda de un sueño imposible, una extravagancia pasajera, una locura juvenil, e incluso hay quién dijo que podría tratarse de una leyenda viva del mañana.
Pero toda la tribu coincidía en no entender aquel tipo de amor entre el joven sioux y la luna. O ¡que! era lo que creía tener Kiowa con la luna.
Era muy comentado por los padres de Kiowa, el malhumor que padecía su madre por la desmedida rebeldía de su joven hijo. Siempre atado a innumerables desafíos, torpezas o desobediencias hacia sus legítimos.
Sus padres nunca llegaron a entender como su retoño desgastara y regalara toda su vida hacia un amor tan imposible y a la vez tan peculiar. Pero que al tratarse de su querido Kiowa… (Ese quinto hijo de once), que desde bien pequeño se había ganado el apodo de ser un loco de sus cosas, de atípica personalidad cuan actitudes desordenadas hacia la vida y naturaleza que le rodeaba.
¿Por qué regalaba su única vida a ese amor de luna?
- Mientras Kiowa; encaramado aún en el pico mas alto de Walapai junto a su inseparable Caballo Blanco, observa a su amada sin descanso y sin ningún ápice de demostrar desaliento o ganas de regresar a su acogedora aldea para descansar, siguiendo expuesto y con mirada penetrante hacia la luna, juntando sus pies en su habitual posición y sus manos juntas apoyadas en la barbilla. Sintiéndose feliz, altanero, dichoso y orgulloso de sí mismo -.
No siempre llegaba a entender lo caprichosa que era su amada, ni el por que desde que se conocen no le ha hecho ningún atisbo de comprenderlo, mostrándole con señales el mismo respeto que el tanto le ofrece a ella.
Pero Kiowa no se lo toma nunca como una ofensa o desprecio hacia su persona, hasta que pueda saber realmente las verdaderas intenciones de su amada.
Se consuela pensando que ella, aunque no pueda comunicárselo de viva voz. Siente, sino, el mismo anhelo y aprecio. Algo similar.
Kiowa se considera un héroe y a la luna su heroína. Jurándola amor eterno, comprensión, gratitud, cariño, afecto y admiración hasta que viva.
Ella es tan caprichosa conmigo, que como todas las mujeres de mi pueblo – Se decía para sí mismo.
Día tras día y año tras año, el joven Kiowa consumía todo su tiempo en aras de contemplar a su amada cada noche y en retraimiento de los sabios consejos, advertencias y visiones que el chamán de la tribu obsequiaba a su pueblo al atardecer para protegerlos del hombre blanco y sus tristezas. Con un solo fin; “la libertad del ser humano, junto a la danza de amor y la alegría hacia la madre tierra”.
Pero Kiowa tan solo le era fiel a su amada, no importaba que el tiempo pasara lento y despacio. No era rival para este joven guerrero de la nación sioux, hasta que no supiera las verdaderas intenciones de su amante.
- Solo tenía corazón y ojos para ella -.
Cuando contó con una edad aproximada de veinticinco o veintiséis años, su curiosidad e intención por saber el sentimiento que le aguardaba su amada fue en dispar aumento. Ya que la vida de un guerrero sioux suele ser inferior a los treinta años. Por lo que Kiowa se desesperaba ante la idea de no poder ser nunca correspondido por ella, y de no ver cumplido su viejo sueño de ser feliz junto a su amada hasta la saciedad.
Es de constatar que Kiowa se intranquilizaba ante tal hecho. Ya que en cualquier batalla próxima, como en todas las anteriores, podría ser la última de su vida. Y no quería verse envuelto en una penosa muerte, sin una respuesta de cariño por parte de su querida amada hacia él.
Para Blanco, su fiel caballo amigo, ya pesaban los años. Se encontraba cansado de montar a Kiowa en su lomo, de las correrías, pillerías y batallas a las que participaba desde tiempo atrás, dejándole graves secuelas irreparables. Se sentía desfallecido e indefenso al paso de un nuevo día por culpa de sus curtidas heridas de bala, flecha y lanza.
- / Blanco necesitaba descansar, huir a las praderas y ríos a correr por última vez y en solitario, en espera de una armoniosa paz junto a una dulce y digna muerte equina \ -.
Blanco no tenía quejas de su amo, sino todo lo contrario, ya que juntos habían ganado méritos y era muy bien cuidado, protegido y saneado por su fiel guerrero sioux.
Formaban un gran equipo unido por la libertad, la naturaleza, el pensamiento mutuo y el placer de conectarse a través de una mirada o de un gesto de los ojos.
Sentía mucha nostalgia al tener que desprenderse de su querido y fiel amo. Y de miedo y respeto por llegar el momento de trotar solo en la búsqueda de su propia libertad y muerte.
Fue esa inquietud, la que originó en Blanco su agrado de ayudar a su amo por última vez. Pensaba que si moría antes que su caprichoso, valiente, enamorado y viejo amigo. No iba a existir entonces nadie más que le ayudase, consolase y apoyase. Tanto por su prematura soledad y por no tener a nadie al lado mientras su amada seguía sin ofrecerle respuesta alguna.
- Pero ni la mente ni el pobre corazón de Blanco, encontraban una última ayuda para poder quedarse tranquilo, en el caso de partir antes que su querido e inseparable amigo -.
Hasta que llegó un triste desenlace en gallarda batalla.
¡Quizás!. Tal vez por eso, aprovechando una noche en la que Kiowa, herido de flecha tras una duro confrontamiento frente a los Taos y de la que Blanco salió bastante malherido. Se le ocurrió una idea.
Ya que su amigo no podría salir por esa noche y siguientes de la Teppe, por la gravedad con la que se ensañaron con su amo, brotando de el diferentes heridas mortales. Decidió aparecérsele en sueños esa misma noche para explicarle el imposible e irreal amor entre KIOWA y la LUNA.
Y esto fue lo que ocurrió aquella inolvidable y triste noche para ambos…!!!
< “Sabéis mi señor, esta la que veis todas las noches bajo vuestra atenta mirada conmovedora, esta que llamáis la hermosa y bella Luna. Fantástica y resplandeciente cada noche de vuestra vida aquí en el reino de la Naturaleza sagrada y sirviente nuestra. Esta que cada noche os obsequia brillante, junto a las innumerables estrellas que la acompañan y la hacen fiel reflejo de vuestro amor y fidelidad hacia ella, pues: >”.
No es vuestra,
no lo es,
y no lo será jamás.
Nunca…nunca…será vuestra,
ni os corresponderá jamás.
Es imposible que os consuele de otro modo o parecer,
pero he aquí la realidad de vuestro trunco pesar cuan desgraciado amor hacia ella.
Por que nunca jamás seréis correspondido por ella.
¿No te hace reír o llorar esta ingrata relación de acontecimientos que os hago amigo mío?
¡NUNCA…NUNCA!, y siguió llorando ante la afirmación que le propuso su estimado Caballo Blanco. - ¿Por que no la puedo tener junto a mí?
Duerme y ya despertarás al alba Kiowa, espero encontrarte respuesta al amanecer.
Su fiel amigo y querido compañero Kiowa, al llegar la mañana ya no volvió a despertar. Quedando postrado como un gran guerrero de la nación Lakota junto a la compañía de Caballo Blanco hasta que fue vestido con el traje de gala sioux y enterrado en el río (Nisqualli), de la pequeña reserva de la nación india tribal Lakota de los guerreros Sioux.
Se le prendió a fuego de flecha en sus cálidas aguas como expresa la tradición nacional sioux, con su uniforme de guerrero, sus armas de batalla y recostado en una barca de madera rodeada de pétalos de rosa y flores de distintas especies allí nacidas.
Siguiendo todo aquello con dolor, tristeza y armoniosa mirada desolada su bramido Caballo Blanco.
Y el hombre medicina dirigiéndose a los presentes exclamó:
Repose en paz y armonía el alma de este noble guerrero sioux, al que llamamos Kiowa, “el enamorado”.
(La madre tierra que le viese nacer, llorará también por su alma. Sin dar ni un brote de alimento durante quince días consecutivos).
KIOWA
GRAN GUERRERO LAKOTA
DE LA TRIBU DE LOS SIOUX
Repose en paz y armonía, el alma de este guerrero Lakota, llamado Kiowa.
La tierra que le viese nacer, llorará también por su alma.
¡Y que así sea!...y te encamines con honor hacia el fuego de tus antepasados, que el gran espíritu te guíe, por los caminos de la verdad y la sabiduría.
Enséñate a ser libre como el viento, sabio como la naturaleza y fuerte como el águila.
De tu pueblo Lakota Sioux, confiado en las llanuras de Ogallula, que siempre tengamos un rayo de esperanza.
Que partas con salud y nobleza hacia nuestro Wakonda.
Tu fiel Caballo Blanco te seguirá allá dónde te encuentres, en un futuro no muy lejano.
Nos has dejado…pues hasta que nos volvamos a encontrar.
Al cabo de cuatro noches y aprovechando que Blanco dormía apaciblemente sobre la cima de Walapai, siendo la primera vez que se acercaba sin Kiowa para honrar la memoria de su amigo y a su preciada luna que resplandecía esbelta y tan bonita como lo había estado haciendo siempre desde tiempos inmemoriales encandilando en vida a su fiel compañero.
Quiso Kiowa aparecérsele en sueños obsequiándole como cuando lo hizo en su día Blanco por él horas antes de su muerte.
Y esto fue lo que ocurrió…!!!
GRAN GUERRERO LAKOTA
DE LA TRIBU DE LOS SIOUX
Repose en paz y armonía, el alma de este guerrero Lakota, llamado Kiowa.
La tierra que le viese nacer, llorará también por su alma.
¡Y que así sea!...y te encamines con honor hacia el fuego de tus antepasados, que el gran espíritu te guíe, por los caminos de la verdad y la sabiduría.
Enséñate a ser libre como el viento, sabio como la naturaleza y fuerte como el águila.
De tu pueblo Lakota Sioux, confiado en las llanuras de Ogallula, que siempre tengamos un rayo de esperanza.
Que partas con salud y nobleza hacia nuestro Wakonda.
Tu fiel Caballo Blanco te seguirá allá dónde te encuentres, en un futuro no muy lejano.
Nos has dejado…pues hasta que nos volvamos a encontrar.
Al cabo de cuatro noches y aprovechando que Blanco dormía apaciblemente sobre la cima de Walapai, siendo la primera vez que se acercaba sin Kiowa para honrar la memoria de su amigo y a su preciada luna que resplandecía esbelta y tan bonita como lo había estado haciendo siempre desde tiempos inmemoriales encandilando en vida a su fiel compañero.
Quiso Kiowa aparecérsele en sueños obsequiándole como cuando lo hizo en su día Blanco por él horas antes de su muerte.
Y esto fue lo que ocurrió…!!!
A tí mi fiel Caballo Blanco. Ya nunca nos encontraremos en vida los dos juntos, cabalgando por las hermosas llanuras y beber agua del río.
Que todo quede en nuestro recuerdo, como aquellas cosas que tanto te hacían rabiar, mis bromas y todo lo que hemos vivido desde que nos conocimos.
Mis padres te unieron a mí, para que fuésemos uno y tú mi fiel caballo guerrero.
Tantas cosas vividas a tu lado, que solo tú sabes de mi pesar y mi amor por la Luna.
¿Lo recuerdas?
He admirado tanto y admiraré a mi querida Luna, que siempre la recordaré, aún incluso desde aquí junto al gran árbol madre.
Dónde nada es querido pero tampoco odiado, solo que los recuerdos se van desvaneciendo. Simplemente honramos a la vida que tuvimos junto a los seres vivos sin que se exprese sufrimiento o amargura por ello. Disfruto de esta sabiduría eterna, junto a nuestra madre y antepasados. No hay dolor junto a Wakonda.
Pero siempre llevaré junto a mí, vaya dónde vaya, todo mi amor por ella, sintiendo lo que yo sentía y mi amada Luna me daba.
Y aunque ella nunca me demostró ningún ápice de entendimiento, - no me importa mí querido Blanco -, sus razones tendría. La seguiré queriendo igual.
Ya nunca más sabré como será una noche de luna llena o estrellada, ni tampoco de que será de ella. No podré tener nunca mas esa imagen y sensación cerca de mí, ni tampoco el observarla cada noche junto a ti, mi fiel Caballo Blanco.
Pero me consuelan los recuerdos que aún conservo.
En tu mirada comprendía que me querías tanto, que eras capaz de permanecer a mi lado mientras yo la observaba en la cima de Walapai.
Y de tantas otras aventuras nuestras, como guerras en pro del enemigo que nos asediaba. Nunca comprenderé a pesar de pertenecer ya al mundo de nuestra madre naturaleza. Como el hombre blanco nos ha perseguido y asediado tanto, maltratándonos injustamente. Cuando nosotros los pieles rojas estamos desapareciendo por su culpa. Son tan difíciles de entender y comprender, que solo escuchan al sonido de sus poderosas armas cuando apuntan hacia nuestro pueblo y nos ven caídos, vencidos o muertos para su gozo. – Nunca dialogan sino es con sus armas -.
Maldita sea ese falso dios al que adoran, que solo les hace valerse con el poder de la conquista de tierras ajenas para asediarlas, maltratarlas, aniquilarlas y confundirlas con sus máquinas dañando a la Madre Naturaleza.
Nos cortan nuestros árboles, que más que nuestros fueron dados a la tierra para respirar, respetar, cuidar y amar todo cuanto nos es y ha sido dado. Confiado a nosotros desde tiempos muy lejanos y que vieron nacer nuestros antepasados, aún perdurando en la memoria del mas anciano guerrero vivo de cualquiera de las tribus pieles rojas.
Y ahora estamos desapareciendo.
Aunque ellos no lo entienden así, por eso acaban con nosotros. Maldigo desde aquí a su religión y maldigo a si hipócrita dios.
Que nuestros hijos e hijas sigan conservando la sabiduría y el poder ver crecer a los árboles, la hierba, los ríos, las montañas, a los animales sagrados y a todo cuanto nosotros si hemos podido tocar y apreciar.
No entristezcas y se feliz en tus últimos días de vida. Relincha como nunca lo hayas hecho jamás, ni tan siquiera junto a mí y recorre a galope tendido todo cuanto puedas…cuida de los míos.
Que los sioux permanezcan en estas tierras por muchos años venideros…y por lo que más quieras, cuida de mis padres, hermanos y hermanas, por lo mucho que han padecido y reído junto a mí.
Que felices éramos. ¿Verdad Blanco? Te echaré de menos hasta que vengas algún día junto a mí. No llores, ni sufras por mí, nos volveremos a encontrar.
Que nuestro pueblo luzca tranquilo el tiempo que nos sea dado.
Que todo quede en nuestro recuerdo, como aquellas cosas que tanto te hacían rabiar, mis bromas y todo lo que hemos vivido desde que nos conocimos.
Mis padres te unieron a mí, para que fuésemos uno y tú mi fiel caballo guerrero.
Tantas cosas vividas a tu lado, que solo tú sabes de mi pesar y mi amor por la Luna.
¿Lo recuerdas?
He admirado tanto y admiraré a mi querida Luna, que siempre la recordaré, aún incluso desde aquí junto al gran árbol madre.
Dónde nada es querido pero tampoco odiado, solo que los recuerdos se van desvaneciendo. Simplemente honramos a la vida que tuvimos junto a los seres vivos sin que se exprese sufrimiento o amargura por ello. Disfruto de esta sabiduría eterna, junto a nuestra madre y antepasados. No hay dolor junto a Wakonda.
Pero siempre llevaré junto a mí, vaya dónde vaya, todo mi amor por ella, sintiendo lo que yo sentía y mi amada Luna me daba.
Y aunque ella nunca me demostró ningún ápice de entendimiento, - no me importa mí querido Blanco -, sus razones tendría. La seguiré queriendo igual.
Ya nunca más sabré como será una noche de luna llena o estrellada, ni tampoco de que será de ella. No podré tener nunca mas esa imagen y sensación cerca de mí, ni tampoco el observarla cada noche junto a ti, mi fiel Caballo Blanco.
Pero me consuelan los recuerdos que aún conservo.
En tu mirada comprendía que me querías tanto, que eras capaz de permanecer a mi lado mientras yo la observaba en la cima de Walapai.
Y de tantas otras aventuras nuestras, como guerras en pro del enemigo que nos asediaba. Nunca comprenderé a pesar de pertenecer ya al mundo de nuestra madre naturaleza. Como el hombre blanco nos ha perseguido y asediado tanto, maltratándonos injustamente. Cuando nosotros los pieles rojas estamos desapareciendo por su culpa. Son tan difíciles de entender y comprender, que solo escuchan al sonido de sus poderosas armas cuando apuntan hacia nuestro pueblo y nos ven caídos, vencidos o muertos para su gozo. – Nunca dialogan sino es con sus armas -.
Maldita sea ese falso dios al que adoran, que solo les hace valerse con el poder de la conquista de tierras ajenas para asediarlas, maltratarlas, aniquilarlas y confundirlas con sus máquinas dañando a la Madre Naturaleza.
Nos cortan nuestros árboles, que más que nuestros fueron dados a la tierra para respirar, respetar, cuidar y amar todo cuanto nos es y ha sido dado. Confiado a nosotros desde tiempos muy lejanos y que vieron nacer nuestros antepasados, aún perdurando en la memoria del mas anciano guerrero vivo de cualquiera de las tribus pieles rojas.
Y ahora estamos desapareciendo.
Aunque ellos no lo entienden así, por eso acaban con nosotros. Maldigo desde aquí a su religión y maldigo a si hipócrita dios.
Que nuestros hijos e hijas sigan conservando la sabiduría y el poder ver crecer a los árboles, la hierba, los ríos, las montañas, a los animales sagrados y a todo cuanto nosotros si hemos podido tocar y apreciar.
No entristezcas y se feliz en tus últimos días de vida. Relincha como nunca lo hayas hecho jamás, ni tan siquiera junto a mí y recorre a galope tendido todo cuanto puedas…cuida de los míos.
Que los sioux permanezcan en estas tierras por muchos años venideros…y por lo que más quieras, cuida de mis padres, hermanos y hermanas, por lo mucho que han padecido y reído junto a mí.
Que felices éramos. ¿Verdad Blanco? Te echaré de menos hasta que vengas algún día junto a mí. No llores, ni sufras por mí, nos volveremos a encontrar.
Que nuestro pueblo luzca tranquilo el tiempo que nos sea dado.
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